Estudio de la Historia
Definición
y clases de Historia:
La palabra
historia cubre en castellano varios conceptos distintos En primer
lugar entiéndese por historia todo aquello que ha sucedido en el
curso de los siglos desde que el hombre apareció en la tierra . Así
todo lo que el hombre ha hecho, es Historia, desde la pequeña
anécdota hasta la gran conquista política, militar o cultural. Sin
embargo la historia no está constituida simplemente por los hombres,
sino por todo lo que les afecta, aunque ellos no sean sus ejecutores
o promotores(inundaciones, terremotos, erupciones de volcanes, etc.)
El hombre es el sujeto de la historia, pero sujeto agente y paciente,
y la historia es, por tanto, la vida de la Humanidad.
Durante
muchísimos siglos la historia no hizo otra cosa que relatar los
acontecimientos políticos y militares, narrando batallas, sucesiones
dinásticas, acontecimientos de índole diplomática e internacional,
centrando toda la atención en las figuras directrices de esta
política, tales como monarcas, generales, conquistadores estadistas,
etc. Esta historia era realmente el relato de lo que se veía, de lo
exterior, y por ello se llamó externa.
No cabe la menor duda de que prescindía
de enormes sectores de la actividad humana, desde el humilde sistema
agrícola de un pueblo hasta sus más exquisitas elucubraciones
filosóficas. Este defecto quiso subsanarse aplicando los mismos
métodos expositivos al estudio del resto de las actividades humanas,
no políticas ni militares, menos visibles aunque a veces se
plasmaran en algo tan tangible como un cuadro o una catedral. A este
forma se le llamó Historia interna.
Al
aplicar el mismo sistema narrativo de exposición sencilla de
hechos, se convirtió la historia interna en un catálogo de
artistas, filósofos, lo mismo que la historia externa lo fue de
monarcas y batallas. Faltaba evidentemente un modo diferente de hacer
historia que, al tiempo que nos expusiera lo ocurrido buscara
analizar por qué había sucedido. Esto dio lugar a diversos intentos
que finalmente cuajaron una nueva clase de historia.
Filosofía
de la Historia:
Aunque este título es
desafortunado y falso, la costumbre lo ha consagrado .
Ya
Herodoto de Halicarnaso, fundador de la historia como género, quiso
dar un sentido a todo lo que iba contando; luego, San Agustín en La
Casa de Dios, trató de interpretar los hechos consumados y Voltaire
creo el nombre de este género. La filosofía de la historia ha
tenido desde entonces multitud de cultivadores.
Como
en definitiva a la historia lo que le interesa es entender y saber en
que consistió la aventura del hombre, captando simultáneamente la
exposición de los hechos y su sentido, desde fines del siglo XIX
especialmente con el suizo Jacobo Burckhardt, viene desarrollándose
una tendencia que une todas las anteriores al tiempo que incorpora
los resultados conseguidos por otras ciencias, como la Antropología,
la Sociología y la Etnología. La historia de la cultura entiende
que ésta es la actividad del hombre hacia el progreso, que se
desenvuelve en dos planos, uno material y otro espiritual
independientes y no separables –como sucedía con la historia
externa y la historia interna--, en los que se halla integrado todo
lo que el ser humano hace y todo lo que recibe o padece. Quizá este
criterio más moderno, sea el más acertado.
Historia
de la Historiografía:
La tendencia
del hombre a dejar memoria de los hechos y la curiosidad de saber de
donde procede y qué hicieron sus antepasados, produjo desde los
comienzos de la vida organizada en las culturas egipcias y
mesopotámicas, unas manifestaciones que podríamos calificar de
protohistóricas en
el sentido científico: lista de reyes, consignación de triunfos,
acontecimientos militares y políticos, etc. Esto, no obstante, no
era historia en sentido estricto.
Orígenes:
En Persia y Grecia surgieron los llamados logógrafos , ya que
relataban como
lo
harían luego los historiadores. Los orígenes de la historia
arrancan de estos precedentes y cristalizaron en el antes citado
Herodoto, llamado con toda justicia “El padre de la Historia”. En
sus libros de la Historia, mezcló la Geografía, la Etnología y la
Historia propiamente dicha y aportó un concepto del devenir
histórico, una primitivísima filosofía de la Historia, dando un
sentido a la sucesión de los acontecimientos.
Grecia
y Roma perfilaron la Historia como un quehacer sistemático y a la
vez un género literario. Jenofonte, en la Anabásis o Retirada de
los diez mil, hizo el relato completo de un conjunto de hechos
relacionados íntimamente. Tucidides, en la Historia de la Guerra del
Peloponeso, aisló una secuencia de acontecimientos y los historió.
Los romanos –e incluimos en ellos a los griegos de tiempos del
Imperio, como Plutarco, autor de Vidas Paralelas—hicieron de la
historia algo semejante a lo que es entre nosotros, César, Salustio,
Tito Livio, Tácito, etc., ordenaron los hechos y cuidaron el
lenguaje (el de Tácito se ha hecho modelo de concisión). No falta
en ellos el defecto del subjetivismo, es decir, enfocar los temas
conforme al modo de pensar del autor; así, aunque no se pueda decir
que César, en la Guerra de las Galias, narre nada falso. Es
innegable que le guió un determinado deseo personal y político.
Los
Dos Mundos del Medievo:
No puede decirse que existiera la
Historia en la Edad Media, pero si que, como otras tantas
cosas, tuvo una vida letárgica . Dos mundos cabe distinguir en el
Medievo: el cristiano y el musulmán. El primero en lo histórico,
fue mero coleccionador de hechos, fijados en lo político y militar,
casi como los antiguos logógrafos. Así fueron las crónicas
españolas de la Reconquista o los primeros balbuceos escritos sobre
la vida de los germánicos. El mundo musulmán, por el contrario, que
recogió en Siria y Oriente gran parte del legado helénico y
bizantino, hizo de la Historia algo poderosamente vivo, lleno de
detalles, deteniéndose en descripciones de paisajes, ponderando la
anécdota personal, incluyendo no solamente el armazón exterior de
los grandes acontecimientos políticos, sino también todo el
escenario de la vida en que éstos se habían desarrollado.
El
siglo XIII trajo un rayo de luz a esta oscuridad medieval y cupo a
España el primer puesto en este fenómeno, no siendo ajeno el hecho
de tener frontera con el mundo árabe. La Historia volvió a cobrar
vida con el Arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, y, sobre
todo, con Alfonso X, el sabio de Castilla autor de la General e Gran
Estoria, primera mirada que los cristianos lanzaron a los siglos
pasados, enlazando los datos de la Biblia con la serie de
acontecimientos posteriores.
Nacimiento
de la Historia Moderna:
El periodo renacentista en la Historia ha
sido magistralmente estudiado por el suizo FUETER en Historia de la
Historiografía Moderna. Todo lo humano interesa al hombre y nada mas
humano que la secuencia de los hechos de los propios hombres. Ya
desde el siglo XIV, en Italia especialmente, los eruditos habían
comenzado a exhumar pergaminos y restos antiguos. La aparición de
monumentos y estatuas, al contacto con los datos proporcionados por
los sabios griegos, que huían de la amenaza de tos turcos, dieron
una visión novísima de los acontecimientos y revelaron sectores
inmensos de la antigüedad clásica que hasta entonces habían
quedado en la penumbra de un vago recuerdo. Así nació la Historia
Moderna. A esto se añadió la conciencia de los grandes
descubrimientos y el contacto de los europeos con los pueblos
africanos, asiáticos y americanos que despertaron una universal
curiosidad por conocer la vida pasada de sectores inmensos de la
Humanidad. La Historia volvió a ser Geografía y Etnología como en
los tiempos de Herodoto o de Tácito.
El
impulso dado a la Historiografía por el Humanismo fue grande en el
siglo XVIII. Dos grandes nombres cabe poner de relieve en aquel
momento; Juan Bautista Vico, napolitano, autor de Principios de una
Ciencia Nueva, y Voltaire, de quien ya se ha hablado. Ambos, cada uno
desde una perspectiva intelectual diferente, intentaron descubrir el
mecanismo histórico y, desde entonces, la Historia ha sido
considerada como una combinación de muchísimos elementos, cada uno
de los cuales y todo en su conjunto han de ser estudiados si se
quiere comprender lo que pasó en siglos pretéritos. Dos Libros:
Discurso de la Historia Universal de Bossuet, y el Espíritu de las
Leyes, de Montesquieu, han ampliado el campo de la atención
historiográfica, dando lugar, con el alemán Hegel a una total
reelaboración de conceptos, por una parte, y a un cultivo de
infinitas variedades especializadas.
Ciencias
Auxiliares:
El nivel alcanzado por la Historia exigía un amplio
campo de estudio que solo podía ser roturado mediante conocimientos
especiales. Así fueron naciendo a fines del siglo XVI, la Diplomacia
(Ciencia de los Diplomas), con MABILLON Y MURATORI, consecuencia
natural de la lectura de las letras antiguas o Paleografía.
De igual modo la historia griega y romana únicamente podía hacerse
con auxilio de las monedas y de las lápidas, lo agrupó a los
especialistas en las disciplinas de Numismática y Epigrafía.
Los viajes fenicios, los descubrimientos portugueses, los periplos
españoles no se podían comprender mas que, si se conocía la
Geografía. Las antiguas fuentes estaban escritas en idiomas ignotos,
como el arameo, el hebreo antiguo, el griego, el latín clásico y el
latín medieval. Para descifrarlas eran necesarios conocimientos
lingüísticos en primer lugar –especialmente cuando en el Siglo
XVI se acometió el estudio científico de la Biblia, con la
publicación de las Políglotas de Alcalá y Amberes—y luego
filológicos, que establecieran el parentesco y evolución de las
lenguas. También son valiosos auxiliares la Arqueología,
estudio de los monumentos antiguos, la Heráldica, estudio de
los escudos y blasones y la Sigilografía, estudio de los
sellos que legalizaban los documentos.
Así
ha llegado hasta nosotros la ciencia de la Historia, desmenuzada en
infinidad de especialidades y éstas, a su vez, dan pie a la
aparición de ramas científicas que a menudo parecen totalmente
desvinculadas de la Historia misma. Esta a pasado a ser tarea
colectiva de especialistas y hombres de ciencia agrupados en
academias –fenómeno del siglo XVIII francés, trasplantado a
España y con vida también en Alemania--, sociedades científicas,
museos, seminarios, etc.
La
Historia Exótica:
Hemos estudiado especialmente la trayectoria
de la civilización nacida a orillas del Mediterráneo y que poco a
poco se ha impuesto como universal. Sin embargo, otros pueblos del
mundo tuvieron también esta preocupación por la Historia, ya fueran
los pueblos llamados naturales que vivían en estado primitivo o
semibárbaro, ya los que poseían cierta cultura.
Entre
los primitivos, la forma de Historia es la tradición. Los
cuentos interminables de emigraciones, de héroes benefactores que
enseñaron las artes sociales y agrícolas, son el patrimonio
cultural e histórico de estos pueblos y el historiador ha de separar
lo que es propio de toda fantasía o memoria primitiva de lo que
puede ser transmisión real de una verdad pretérita. Algunas de
estas historias primitivas fueron escritas, como los Libros de
Chilam Balam o el Popol Vuh de los mayas.
Los
orientales, indios y chinos, pueblos de cultura, obedeciendo a esta
ley general de los hombres, que quieren guardar memoria de los hechos
y además investigas sobre el pasado, tuvieron también su historia.
Los indios en os Vedas siguieron la misma modalidad de
tradición que los pueblos naturales, y los chinos, en cierto modo,
amañaron su historia como los antiguos peruanos con fines de
exaltación política de las dinastías reinantes.
División
Cronológica:
Eras.- La necesidad de fijar en el tiempo los
sucesos históricos para sistematizar su estudio obligó, desde
tiempos muy remotos, a escoger algún acontecimiento notable que
sirviese como punto de partida. De este modo nacieron los cómputos
que denominados eras. Todos los pueblos tuvieron las suyas,
pero las mas importantes fueron: primera, la de las Olimpiadas,
utilizada por los griegos, que comenzó en el año 776 a. de C.;
segunda: la de la Fundación de Roma, realizada por los
romanos, que se supone nace en el 753 c. de C.; tercera: la de los
Seleúcidas que se inicia después de la toma de Babilonia por
Seleuco Nicátor en 312 a. de C; cuarta: la Hispánica, seguida en
España y Portugal hasta bien avanzada la Edad Media, que parte del
año 38 a. de C. Fecha en que Augusto dio por pacificada la
Península; quinta; la Cristiana, adoptada hoy casi
universalmente—que se inaugura con el nacimiento de Cristo,
probablemente en el 753 de la Fundación de Roma; y sexta: la de la
Hégira. Utilizada por los musulmanes, que empezó en 622 d.
de Cristo, año de la huída de Mahoma de La Meca a medina.
Se
acostumbre dividir todo el proceso histórico en edades,
división hoy menos utilizada, aunque por razones prácticas y de
costumbre se siga todavía empleando frecuentemente.
Edades:
Dejando aparte la imposibilidad de fijar los límites entre los
tiempos prehistóricos
e
históricos, las edades engloban etapas de larga duración, durante
las cuales se agrupan pueblos y culturas radicalmente distintos. Este
defecto es, sobre todo, visible durante la llamada Edad Antigua,
prolongada durante de miles de años, en que se incluyen realidades
tan irreductibles entre sí como el pueblo sumerio y el Imperio
Romano, Alejandro Magno y los iberos. Semejante artificiosidad se
agrava, además, por lo convencional de las fechas límites, que en
todo caso solo son válidas para determinados pueblos y culturas
como se advierte en el hecho de que quedan fuera de aquellas todos
los pueblos que no pertenecen a Europa con un exclusivismo totalmente
anticientífico. Por otra parte, los cambios históricos se suceden
en virtud de transformaciones paulatinas, muy complejas y nunca
debido a acontecimientos momentáneos y concretos.
Sin
embargo, dado que al fin y al cabo proporcionan puntos de referencia
de cierta comodidad y es, además, de frecuente uso, incluimos la
división habitual en cinco edades: primera, la Prehistoria
que comprende todo el desarrollo primitivo de la humanidad hasta la
aparición de las primeras organizaciones políticas; segunda, la
Edad Antigua desde la aparición de dichas organizaciones
hasta la caída del Imperio Romano de Occidente(1476); tercera la
Edad Media, desde la fecha anterior hasta la caída de
Constantinopla en manos de los turcos (1453); cuarta: la Edad
Moderna hasta el comienzo de la Revolución Francesa en 1789; y
quinta: la Edad Contemporánea desde la Revolución Francesa
hasta nuestros días.
La
inclusión de esta última edad todavía añade un nuevo defecto a
esta clasificación, pues es absurdo pensar que nuestros
descendientes, dentro de varias generaciones, puedan seguir llamando
contemporáneos como tales.
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Bibliografía:
-Enciclopedia Metódica (Larousse) [Tomo 1]